El
Fuego Natural. “Un solo fuego”
Ateniéndome a las pautas
prefijadas de cuando empecé a redactar estos Comentarios, continuaré con la
exposición.
Diré
algo que puede irritar un poco al lector, pero no es mi intención hacer
demostración alguna de una falsa humildad o verborragia alquímica, que de
hecho, no puedo alardear al ser un estudiante más en sus primeros pasos. Pero
quiero si, a toda costa, remitiéndome a las palabras del máximo axioma hermético
que señalé al comienzo –“un solo fuego"–, dejar sentado un punto de vital
importancia. Hasta aquí, e incluso más adelante y hasta la finalización de los
trabajos de Hércules, solo hay un único fuego del cual nos vamos a servir para
operar las transformaciones en el trayecto hacia el magisterio: el fuego natural
o filosófico, por contraposición al fuego vulgar o elemental. Así nos lo dice
R. H.:
“La
materia que sirve de vaso sirve igualmente de horno, ya que el espíritu que
introducís ahí es un fuego natural que la cuece y la digiere, por servirme,
hasta el final, de expresiones filosóficas.”
Es
sumamente claro y sin rodeos; nuestro fuego es el mismo Spiritus Mundi que se
introduce en la tierra y se va fijando constantemente con las abluciones. El Espíritu
Universal siempre inquieto y que nunca cesará de obrar hasta su perfecta
fijación final.
No está de más agregar
que “los químicos vulgares queman con el fuego, pero nosotros mojamos con
nuestro fuego”.
Albus
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