Comentarios al tratado “Recreaciones Herméticas”. Parte III

El Fuego Natural. “Un solo fuego”
Ateniéndome a las pautas prefijadas de cuando empecé a redactar estos Comentarios, continuaré con la exposición.
Diré algo que puede irritar un poco al lector, pero no es mi intención hacer demostración alguna de una falsa humildad o verborragia alquímica, que de hecho, no puedo alardear al ser un estudiante más en sus primeros pasos. Pero quiero si, a toda costa, remitiéndome a las palabras del máximo axioma hermético que señalé al comienzo –“un solo fuego"–, dejar sentado un punto de vital importancia. Hasta aquí, e incluso más adelante y hasta la finalización de los trabajos de Hércules, solo hay un único fuego del cual nos vamos a servir para operar las transformaciones en el trayecto hacia el magisterio: el fuego natural o filosófico, por contraposición al fuego vulgar o elemental. Así nos lo dice R. H.:
“La materia que sirve de vaso sirve igualmente de horno, ya que el espíritu que introducís ahí es un fuego natural que la cuece y la digiere, por servirme, hasta el final, de expresiones filosóficas.”
Es sumamente claro y sin rodeos; nuestro fuego es el mismo Spiritus Mundi que se introduce en la tierra y se va fijando constantemente con las abluciones. El Espíritu Universal siempre inquieto y que nunca cesará de obrar hasta su perfecta fijación final.
No está de más agregar que “los químicos vulgares queman con el fuego, pero nosotros mojamos con nuestro fuego”.

Albus

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