Tratado del cielo terrestre de Wenceslao Lavinius de Moravia

El siguiente es el Tratado del cielo terrestre de Wenceslao Lavinius de Moravia, alquimista checo del siglo XVI que se hizo famoso en nuestros días por haber sido citado en el Misterio de las Catedrales de Fulcanelli. La traducción al castellano fue realizada por Santiago Jubany, la cual fue publicada de manera online en Levity.com; la corrección y edición vienen de parte de un servidor. Considero que este pequeño texto es una excelente introducción a la noción de aquella substancia tan buscada por los alquimistas, materia prima de toda la obra. Aquí lo dejo para el beneficio de todos los estudiosos del arte.  

Tratado del cielo terrestre

A la naturaleza la ha creado primeramente un solo espíritu corporal, común, oculto, un bálsamo precioso de vida: conserva lo que es puro y bueno, y destruye lo impuro y maligno. Es el fin y principio de toda criatura, es triple en sustancia, ya que está hecho de sal, azufre y mercurio o agua pura que, desde lo alto, coagula, une y riega todos estos lugares inferiores, por medio de un seco, untuoso y húmedo (queda así dispuesto para recibir cualquier forma y figura). Solamente el Arte, con ayuda de la naturaleza, puede hacerlo visible a nuestros ojos. Guarda y oculta en su vientre una fuerza y virtud infinitas, pues está lleno y pleno de las propiedades del Cielo y la Tierra. Es hermafrodita y hace crecer a todas las cosas, mezclándose con ellas, porque lleva en sí encerradas todas las semillas del globo etéreo. Está lleno de un fuego sutil y poderoso, y al descender del cielo imprime e insufla la fuerza sobre los cuerpos de la Tierra. Su vientre es poroso y está lleno de ardor, y es el padre de todas las cosas. Este vientre se llena entonces, con otro fuego vaporoso y recibe sin cesar su alimento del humor radical que, en este enorme cuerpo, se reviste del cuerpo del agua mineral, cosa que realiza por la cocción de su fuego cálido. Esta agua que puede coagularse y que engendra todas las cosas, se convierte en una tierra pura quien por medio de una fuerte unión, tiene la virtud de los cielos encerrada en sí. Y porque esta misma tierra queda unida con el Cielo, por eso se le ha dado el bello nombre de Cielo terrestre.
De igual manera que al principio, la naturaleza primera se sirvió de la separación para ordenar la masa que estaba en desorden y confusión. Así, el Arte que ama la perfección, debe imitar a la naturaleza. La naturaleza quita el excremento sustancial, bien con el limo terrestre que convierte en agua o bien por adustión. El arte emplea la loción y la digestión bien por el agua o por el fuego; separa la basura y la impureza vivificando y limpiando el alma de todo vicio. Aquel que sepa la manera de usar el agua y el fuego, conoce ya el verdadero camino que lo conducirá a los más altos secretos de la naturaleza.
El agua, ese gran cuerpo, esa primera criatura de Dios, quedó desde un principio llena de espíritu, poseyendo toda clase de formas en simiente, y por medio del movimiento lo anima y vivifica todo, y produce todas las cosas a la luz del Cielo y la Tierra. El agua es la nutricia de todo lo que vive en esos dos lugares; en la tierra es un vapor, en el cielo es propiamente fuego, triple en su sustancia y materia prima, porque de tres proceden y a tres van todas las cosas de la naturaleza. Contiene un bálsamo que tiene por padre al Sol y la Luna; por medio del aire germina en los lugares bajos y busca los más elevados; la tierra la alimenta en su cálido vientre y es causa de toda perfección.
El gran Dios que da la vida a todo ha dispuesto dos remedios, para los espíritus y para los cuerpos, o sea dos cosas que los purifican y limpian, y son la causa por la que la corrupción dispone y tiende hacia una nueva vida. Los metales poseen en sí estas dos cosas que son causa de la separación y participan de la Tierra y del Cielo. Por eso esas dos cosas han bajado del Cielo a la Tierra y vuelven seguidamente al cielo para que hagan aparecer su fuerza en la Tierra. De la misma manera que el Sol disipa las nubes e ilumina la Tierra, este espíritu así preparado y separado de sus nubes, ilumina todo lo que está oscuro. En este espíritu hay que considerar dos formas, su sustancia y su veneno. Su sustancia es doble y conserva todos los cuerpos con una sal amarga. Su veneno, que es también doble, los consume y destruye.
Estas son las facultades encerradas en el Limbo y el Caos y que tiene los mismos efectos cuando se le saca de la tierra. Pero cuando está preparado, separando lo bueno de lo malo, manifiesta su fuerza y poder sobre lo perfecto y lo imperfecto. 
“Yo vivo en las montañas y en la llanura. Soy padre antes de ser hijo. He engendrado a mi madre y mi madre y mi padre me han llevado en su seno y me crían sin necesidad de nodriza. Soy hermafrodita y tengo las dos naturalezas. Soy el vencedor de los fuertes y el vencido de los débiles. Nada hay tan bello bajo el cielo ni de tan perfecta figura.
De mí nace un pájaro admirable de cuyos huesos, que son mis huesos,  hace un nido pequeño, y volando sin alas, resucita al morir. El arte sobrepasa las leyes de la naturaleza y por fin queda transformado en un rey que rebasa infinitamente a los otros en virtud”.
FINAL