Voy
a dejar aquí estas citas relativamente fuera de contexto para el libre juicio y
consideración de los lectores. Las posibles conclusiones son más que
interesantes.
“Has de
saber, pues, hijo de la doctrina y el más querido de mis hijos, que el Sol, la
Luna y las estrellas envían perpetuamente sus influencias al centro de la
Tierra. Para llegar allí, primero hay que pasar por las regiones medianas del
aire, donde las influencias están agrupadas; mezcladas y unidas unas con otras,
son posteriormente destiladas en los poros de la tierra hasta su centro, depurándose
de arena en arena, hasta la última gota de su humedad aérea.
Esa
semilla…, al pasar de un lugar a otro en las huellas y vetas de la tierra,
purga y limpia dichos lugares por una reiteración infinita, ya que estas
humedades se suceden, como las olas del mar, hasta alcanzar su fin o término,
que es el hogar en el centro de la tierra.
Habiendo
alcanzado este lugar, el agua elemental, o agua engordada por el aire se ha
separado del aire puro que, a su vez, ha sido elevado por el fuego céntrico
hasta la superficie en forma de vapor, del mismo modo que dicha agua había
descendido en humedad acuosa hasta encontrar una tierra purificada gracias a las
evacuaciones precedentes, para vincularse y unirse a ésta que, según su pureza
o impureza, produce el oro, la plata y otros metales.
Pero
cuando dicho vapor no encuentra esta tierra, o bien, cuando esta tierra no está
encerrada entre otras tierras, –como los lugares donde se crean las mineras–,
sino que es totalmente porosa, este vapor no puede cocerse y se eleva siempre
hacia la circunferencia, donde produce, por la atracción del sol celeste, las hierbas,
los árboles y todas las demás cosas. O
bien, este vapor es congelado por el aire en cierto cuerpo blanco, algunas veces
mezclado con la grasa de la tierra, o a veces también visible en los lugares
donde puede adherirse. Luego, al entrar en contacto con la lluvia u otra
humedad es disuelta de nuevo y arrastrada hacia abajo por una circulación
infinita”.
Nicolás Valois, Los Cinco Libros, Libro II
“La
primera materia de los metales es el vapor de la tierra y esta tierra, y por la
conjunción de ambos nuestra materia es engendrada. Pues la tierra o el agua
solos no son fértiles, pero por una mezcla proporcionada de los dos son
engendradas todas las cosas. Para que no dudes de mis palabras, observa las
mineras que todavía existen, donde los vapores calientes suben con tal abundancia,
que los que trabajan allí apenas soportan el contacto de su camisa a causa del
vapor producido por el calor que habita en estos lugares; es tan abundante el
vapor que estarían a punto ahogarse si permanecieran en ellas más tiempo y así
se les ve salir tan rápidamente como pueden, con la vela a punto de apagarse; cuando regresan a la minera, encuentran
estos vapores pegados a las paredes y al menor contacto, los ven condensarse en
gotitas aceitosas. Es el primer menstruo de los filósofos, que tanto nos
hace falta.”.
Nicolás Valois, Los Cinco Libros, Libro IV
“Ahora
bien, la primera materia de los metales es una cierta humedad mezclada con un
aire caliente, en forma de un agua grasa adherente a cada cosa por muy pura o
impura que sea, y por lo tanto más abundante en unos lugares que en otros; lo
cual se debe a que la tierra es en algunos lugares más abierta y porosa y tiene
mayor fuerza atractiva que en otros. Ella
se origina a veces y aparece a la luz del día por sí misma, aunque cubierta de
algún vestido y principalmente en los lugares en los que no encuentra nada a
qué unirse”.
El Cosmopolita, Nueva Luz Química, Capítulo III
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